jueves, 24 de julio de 2014

Spinetta, manifiesto al rock



Ignoro quién era ayer yo mismo.
Quién se atrevió a venir en mí.
Pero sé quién soy ahora.
Y soy un corazón
una boca
y un espíritu.
Luis Alberto Spinetta


Si algo abunda en la historia del rock argentino, además de buenos discos y buenas canciones, son bandas y nombres de artistas. El rock argentino se rinde tributo a sí mismo renovándose, y muchas veces sobre las mismas bases de sus orígenes. Es un rock revolucionario y prolífico, un rock con abundantes matices y temas. Es un rock que venera al que lo engloba: el rock en español.
Participar en esta creación musical y cultural del rock argentino puede resultar fácil, destacar, no tanto. Por eso, el nombre de Luis Alberto Spinetta, su imagen, su música y su hacer literario, han quedado como firma de una época en que el rock se encumbró casi hasta su límite –si es que lo tiene- y reconoció, a partir de entonces, de qué era capaz. Spinetta es el apellido de muchos músicos, auténticos aedos como él, que le reconocen una labor creadora y fundadora de décadas.

Y es que el rock de Spinetta comenzó siendo el rock de un amante de las vanguardias; un joven porteño que soñaba con poder tocar algo de The Beatles y fundó su primera banda histórica sobre la base de cantar en castellano y de un sonido poco convencional para la época.
Eran finales de los años sesenta: hippies, guerras, movimientos sociales, la muerte del Che Guevara… para 1967 ya estaba formada una de las tres primeras bandas fundadoras del rock argentino: Almendra, con Luis Alberto Spinetta al frente.
Lanzado en 1969, Almendra I, el disco debut de la banda se resume, entre otras formas, como histórico y se hace reconocer por una de las canciones más importantes de la banda y de la historia del rock argentino: Muchacha ojos de papel. Una canción que revela un sentimiento amoroso puro de un Spinetta que aunque no tenía tiempo para las pibas ni para otra cosa que no fuera la música o leer a Cortázar y a Sábato, se enamoraba mucho.


Si bien, en producciones como Almendra I el factor subjetivo y emotivo era clave (otro ejemplo es Ana no duerme o Laura va), las formas poéticas y las lecturas de Spinetta asoman ya como parte característica de su música. Es importante tomar en cuenta que ese medio literario a través del que transmitía su música era al mismo tiempo el medio poético en el que buscaba transmitir una idea, o varias. Spinetta también fue un poeta auténtico.
Para hablar de su poesía –que es hablar de las letras de sus canciones- y al mismo tiempo hablar de su música, se recurre generalmente al calificativo de surrealista. Entre otras cosas, la vastedad del surrealismo puede ser captada en los medios o las formas a través de las cuales se logra una obra surrealista. Bretón es elocuente al respecto.
En un breve estudio acerca de la idea del surrealismo en la obra de Spinetta, la musicóloga Marisa Restiffo anota que sí, es cierto que las influencias literarias del músico argentino oscilan en su mayoría en torno al surrealismo, y es precisamente el aspecto literario y el poético de su obra los que se apegan con mayor fidelidad al ser surrealista en el sentido amplio del término.
Pensar en lo anterior es una cuestión de seguimiento; los discos subsecuentes a la breve época de Almendra (Spinettalandia y sus amigos, Desatormentándonos y Pescado 2) aunque geniales y lúcidos, no tienen comparación, según la historia, con lo que vendría después: el mejor disco del rock argentino: Artaud.


El nombre del disco es por sí mismo revelador. Está dedicado al poeta francés Antonin Artaud, ícono del surrealismo literario.


Este disco, producto de una ruptura grupal es un reflejo del constante espíritu de búsqueda de Spinetta; una concepción todavía más poética y “dura” de lo que había que hacer lo alejó de sus compañeros de grupo, o hizo que ellos se alejaran de él. El disco fue grabado todavía bajo el nombre de Pescado Rabioso pero se trata de un disco solista de Spinetta casi en su totalidad.
La portada, su forma y sus colores; las letras de las canciones a veces tan aparentemente indescifrables como el sonido mismo de su guitarra, desencadenan por dentro ese universo tan Rock que Spinetta define y defiende en el manifiesto que, el mismo día de la presentación del disco en el Teatro Astral, en octubre de 1973, se le entregó a cada asistente.



A continuación el texto:


ROCK: MÚSICA DURA. LA SUICIDADA POR LA SOCIEDAD.
Son tantos los matices que comprenden la actitud creativa de la música local 
–entendiendo que en esa actitud existe un compromiso con el momento cósmico humano–,
son tantos los pasos que sucesivamente deforman los proyectos, incluso los más elementales como ser mostrar una música, reunir mentes libres en un recital, producir en suma algún sonido entre la maraña complaciente y sobremuda que:
 

EL QUE RECIBE DEBE COMPRENDER DEFINITIVAMENTE QUE LOS PROYECTOS EN MATERIA DE ROCK ARGENTINO NACEN DE UN INSTINTO.
 

Por lo tanto: el Rock no le concierne a ciertas músicas que aparentemente INTUIDAS POR LAS NATURALEZAS DE QUIENES LAS EJECUTAN siguen guardando una actitud paternalista, tradicional en el sentido enfermo de la tradición, formulista, mitómana, y en la última floración de esta contaminación, sencillamente “facha”.
 

Sólo en la muerte muere el instinto.
Por lo tanto, si éste se mantiene invariable, adjunto a la condición humana a la que necesitamos modificar para reiluminarnos masivamente, quiere decir que tal instinto es la vida.

El Rock no es solamente una forma determinada de ritmo o melodía.
Es el impulso natural de dilucidar a través de una liberación total los conocimientos profundos a los cuales, dada la represión, el hombre cualquiera no tiene acceso.

 

El Rock muere sólo para aquellos que intentaron siempre reemplazar ese instinto por expresiones de lo superficial, por lo tanto lo que proviene de ellos sigue manteniendo represiones, con lo cual sólo estimulan “EL CAMBIO” exterior y contrarrevolucionario.
Y no hay cambio posible entre opciones que taponan la opción de la liberación interior.

 

El Rock no ha muerto.
 

En todo caso, cierta estereotipación en los gustos de los músicos debería liberarse y alcanzar otra luz. El instinto muere en la muerte, repito. El Rock es el instinto de vivir y en ese descaro y en ese compromiso. Si se habla de muerte se habla de muerte, si se habla de vivir, VIDA.

Más vale que los rockeros, cualesquiera sean sus tendencias (entre las cuales dentro de lo que se entiende por instinto de Rock no hay mayores contradicciones) jamás se topen con los personajes hijos de puta demonios colaterales del gran estupefaciente de la represión que pretende conducirnos por el camino de la profesionalidad.

Porque en esa profesionalidad se establece –y aquí entran a tallar todas las infinitas contusiones por las que se debe pasar hasta llegar a dar un juego que contradice a la liberación, que pudre el instinto, que modifica como un cáncer incontenible la piel original de la idea creada hasta hacerla, en algunos casos, pasar a través de un tamiz en el que la energía totalizadora de ese nuevo lenguaje abandona la sustancia integral que el músico dispuso por instinto en su momento de crear, y luego esa abortación está presente en los escenarios, en la afinación, hasta en la imagen exterior del mensaje cuando por fin se hace posible verlo.
 

Tengo conciencia de que el público ve esta debilidad y no se libera: sufre.
Luego esta ausencia de totalidad, esa parcialidad, es el negocio del Rock.
El negocio del cual viven muchos a costa de los músicos, poetas, autores, y hombres creativos en general.

O sea, esta difamación de proyectos sólo adquiere relieve en esa “ganancia” que representa haber ejecutado el negocio, y solamente en ese nivel hay una aparente eficacia.

Es la parcialidad de pretender que algo que es de todos termina en definidas cuentas en manos de aquellos bastardos de siempre.

Este mal, por último rebote, cae nuevamente en la nuca de los músicos, y los hace pelota.

Luego de participar del juego, son muy pocos los que aun permanecen con fuerzas para impedir la trampa al repetir una y otra vez el juego mediante el cual expresarse, o simplemente arriesgar en el precipicio de la deformación un mensaje que por instintivo es puro y debería llegar al que lo recibe tal cual nació.

Este juego pareciera ser el único posible (hay mentalidades que nos fuerzan a que sea así).

Lo importante es que hay otros caminos.
 

Luego de haber caído tantas veces antes de ejecutar esa caída final, parábola definitiva en la que se cierran los cerebros para no amar ni dar, hay muy pocos músicos que pueden seguir conservando ese instinto.
DENUNCIO SIN EL LIMITE DE LA DENUNCIA
A LO QUE NO RECIBE DENUNCIA
A LO QUE LA DENUNCIA TRASPASA
A ALGO PEOR QUE LA DENUNCIA.

 

Denuncio a los representantes y productores en general, y los merodeadores de éstos sin excepción, por indefinición ideológica y especulación comercial.
 

Ya que estos no se diferencian de los patrones de empresa que resultan explotadores de sus obreros.
O sea, por ser los engranajes de un pensamiento de liberación a quienes no les interesa que toda la pieza se mueva, dado que al producirse el más mínimo movimiento, serían los primeros en auto reprimirse y dejarían por tanto de participar en la cosa.

 

Denuncio a ciertas agrupaciones musicales que se alimentan con esas mentalidades no libres, a pesar de contar con el apoyo del público de mente libre.
 

Denuncio a otros grupos musicales por repetitivos y parasitarios, por atentar contra la música amplia y desprejuiciada, estableciendo mitos con imágenes calcadas de otras músicas que son tan importantes como las que ellos no se atreven a crear ni sentir.
 

Denuncio a los tildadores de lo extranjerizante, porque reprimen la información necesaria de músicas y actitudes creativas que se dan en otras partes del planeta, y porque consideran que los músicos argentinos no pueden identificarse con sentimientos hoy día universales.
Además es de prever que si estos señores desconocen que la Argentina provee a su música nuevos contenidos nativos, ellos mismos están minimizando la riqueza de una creación local apenas florecida.

 

Denuncio a otras mentalidades por elitistas y pronosticadoras del suceso de la muerte de algo que por instintivo no puede morir antes de la vida misma.
Denuncio a las editoriales “fachas” por distribuir información falsa en sí misma, y por deformar la información verdadera para hacerla coincidir con las otras mentalidades a las que denuncio.

 

Denuncio a los participantes de toda forma de represión por represores y a la represión en sí por atañer a la destrucción de la especie.
Denuncio finalmente a mi yo enfermo por impedir que mi centro de energía esencial domine este lenguaje al punto que provoque una total transformación en mí y en quien se acerque a esto.

 

El rock, música dura, cambia y se modifica, en un instinto de transformación.

-Luis Alberto Spinetta.
*



¿Es surrealista el texto anterior? No del todo pero sí en un sentido claro y específico: es un texto de liberación, un texto de denuncia, ruptura y defensa; es una apología rock, es la defensa del rock por sí mismo.
Como si no fuera suficiente erigir una resistencia a partir del disco, a partir de la música, pareció necesario reforzar esa crítica en cierta forma combativa hacia la parte del consumo y el lucro deliberado; hacia esa parte de corrosión que se extiende a lo largo y a lo ancho de muchas historias en la historia de la música.
Spinetta estaba haciendo historia con un proyecto en el que nunca dejó de creer. Para no caer en la injusticia hay que aclarar: no se trató del proyecto fallido de Pescado rabioso. Se trató más bien de un proyecto personal: El flaco Spinetta nunca dejó de creer en sí mismo, y aún en el abandono creía en esa transformación, en esa parte del rock que nace del instinto y se modifica para, si esto es posible, perpetuarse.
Lo que queda por decir de la música de El flaco es inabarcable pero no dejará de decirse, esta entrada se consume a sí misma a medida que suena de fondo Suspensión que es otro tema, otro mar, otra aventura hacia lo Invisible.

*** 

Referencias:
-Restiffo, Marisa. Pescado soluble: El surrealismo de Luis Alberto Spinetta. Argentina: Universidad Nacional de Córdoba.
-Spinetta. Los libros de la buena memoria (2012). Argentina: Biblioteca Nacional.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario